APOCALIPSIS, E. M. Cioran




Sin duda, Emil Mihal Cioran es uno de mis filósofos de cabecera y ello es así porque, tras sus lecturas, recupero siempre el equilibrio o, mejor, la esperanza.

Catarsis es lo que quiero en estos momentos. Olvidar que mi país está hundido en la desesperación y en el engaño.

Olvidar que esta polaridad social que ha sido orquestada desde los tabloides mediáticos hace presa de mis coetáneos desde dos modalidades:

1) Tiene a muchos cautivos del engaño o

2) Nos tiene a varios presa de la desesperanza.

Ya no quiero hablar más, me quedo con Cioran, mi filósofo del pesimismo quien -no tan paradójicamente- me devuelve siempre los bríos.

APOCALIPSIS

¡Cuánto me gustaría que todas las personas ocupadas o investidas de una misión, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, seres superficiales o serios, alegres o tristes, abandonasen un buen día sus tareas, renunciando a todo deber u obligación, y saliesen a pasear a la calle cesando toda actividad! Todos esos imbéciles que trabajan sin motivo o que se complacen en su contribución al bien de la humanidad, ajetreándose –víctimas de la ilusión más funesta- para las generaciones futuras, se vengarían entonces de la mediocridad de una vida nula y estéril, de ese absurdo derroche de energía tan ajeno al progreso espiritual. ¡Cómo saborearía yo esos instantes en los que ya nadie se dejaría embaucar por un ideal ni seducir por ninguna de las satisfacciones que ofrece la vida, esos momentos en los que toda resignación sería ilusoria, en los que los límites de una vida normal estallarían definitivamente! Todos aquellos que sufren en silencio, sin atreverse a expresar su amargura mediante el mínimo suspiro, gritarían entonces formando un coro siniestro cuyos clamores horrendos harían temblar la Tierra entera.

¡Ojalá las aguas se desencadenasen y las montañas se pusieran a moverse, los árboles a exhibir sus raíces como un odioso y eterno reproche, los pájaros a graznar como los cuervos, los animales espantados a deambular hasta el agotamiento…! Que todos los ideales sean declarados nulos; las creencias, bagatelas; el arte, una mentira, y la filosofía, pura chirigota. Que todo sea erupción y desmoronamiento. Que vastos trozos de suelo vuelen y, cayendo, sean destrozados; que las plantas compongan en el firmamento arabescos insólitos, hagan contorsiones grotescas, figuras mutiladas y aterradoras. Ojalá torbellinos de llamas se eleven con un ímpetu salvaje e invadan el mundo entero para que el menor ser viva sepa que el final está cerca. Ojalá toda forma se vuelva informe y el caos devore en un vértigo universal todo lo que en este mundo posee estructura y consistencia. Que todo sea estrépito demente, estertor colosal, terror y explosión, seguidos de un silencio eterno y de un olvido definitivo. Ojalá en esos momentos últimos los hombres vivan a tal temperatura que toda la nostalgia, las aspiraciones, el amor, el odio y la desesperación que la humanidad ha sentido desde siempre estalle en ellos gracias a una explosión devastadora. En semejante conmoción, en la que ya nadie encontraría un sentido a la mediocridad del deber, en la que la existencia se desintegraría bajo la presión de sus contradicciones internas, ¿qué quedaría, salvo el triunfo de la Nada y la apoteosis del no – ser?

Emil Mihal Cioran, En las Cimas de la Desesperación


1 comentarios:

    Hola Eleutheria, que bueno que te guste Cioran; a mi también me apasiona. Siempre vuelvo a sus libros, sus escritos son amargos y dulces a la vez.
    Saludos!

     

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